¿Qué tan presente estás al escuchar? Cuando escuchás a otra persona, ¿estás verdaderamente recibiendo lo que dice o estás esperando que termine de hablar así podés empezar a hablar vos? ¿Te das el tiempo para escuchar o ‘necesitás interrumpir a la otra persona antes de que termine de hablar’? ¿Qué tan seguido permitís que las ideas lleguen a vos, con apertura, curiosidad y ganas de aprender?
¿Y qué tan presente estás para escucharte a vos? ¿Te das permiso de escuchar tus necesidades o las rechazás antes de poder escucharlas y comprenderlas en profundidad?
Y claro, escuchar de verdad, con plena presencia, con apertura y curiosidad nos asusta un poco… nos gusta permanecer en la seguridad de las propias ideas, en la historia que hemos creado respecto del mundo en el que vivimos y la ‘clase’ de persona que somos…
Si te ponés a reflexionar y a observar de verdad, rara vez escuchamos… o estamos anticipando una respuesta, o negando en nuestros pensamientos lo que alguien más dice, o nos vamos con una fantasía que nos lleva a otro lado.
Y eso mismo hacemos con lo que sucede en nuestro interior. Rara vez nos permitimos escuchar con atención esas necesidades internas que surgen para pedirnos un cambio, para pedirnos volver a nuestra organicidad, o para pedirnos que soltemos aquello que nos causa dolor.
Para empezar a escucharnos de verdad y para escuchar a quienes nos rodean con curiosidad y presencia; para salir de los juicios, críticas u opiniones anticipadas; para recibir el mensaje con el corazón, la mente y el cuerpo, hoy te proponemos que consideres volver a un estado de silencio interior. Pero no de un silencio pasivo que te oprime, sino de un silencio activo que te permite recibir y te abre a la comprensión y a la curiosidad.
Para cultivar este silencio activo y receptivo, te invitamos a considerar y nutrir tres aspectos:
- El silencio de la mente: una mente silenciosa puede estar presente y escuchar lo que dicen los demás. Escuchar para oír y no para responder. Escuchar para preguntarte sobre otros puntos de vista, en lugar de rechazar lo que no encaja con tu punto de vista actual.
- El silencio del cuerpo: un cuerpo silencioso es aquel que está cómodo, que se siente sostenido y cuyas necesidades inmediatas han sido satisfechas. Un cuerpo silencioso apoya la escucha, la empatía y la curiosidad en lugar de interrumpirla. Un cuerpo silencioso nos permite habitar el presente y puede ayudarnos a conectarnos con el significado más profundo de lo que se dice.
- El silencio del hacer o de la voluntad: cuando nuestra voluntad, o nuestro impulso de hacer cualquier cosa -cambiar, arreglar, aconsejar, mover, etc.- está en silencio nos permite conectarnos con el presente y aceptar ese presente tal como es: podemos aceptar las formas de ser y pensar de otras personas, podemos aceptar nuestras propias necesidades, y podemos salir del conflicto y de la pelea constante con todo lo que sucede a nuestro alrededor y que la mayor parte del tiempo estamos tratando de cambiar o negar. Cuando nuestra voluntad se aquieta y en vez de exigirnos hacer nos permite ser, entonces podemos existir libremente en el aquí y ahora, con quienes nos rodean, y podemos también permitirles ser aquí y ahora exactamente como son.
¿Te animás a ver qué sucede en tu vida si empezás a cultivar y nutrir estos ‘silencios’?
Por favor, recordá que al ser este un trabajo no-supervisado es fundamental que respetes tus propios límites, tiempos y ritmos naturales.
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